Las danzas circulares, tal como las conocemos hoy, fueron impulsadas en la década de 1970 por Bernhard Wosien, bailarín y coreógrafo alemán que, tras una destacada carrera en el ballet clásico y la danza expresiva, buscó devolverle a la danza su sentido comunitario y sanador. Llevó estas danzas a la comunidad de Findhorn, en Escocia, donde propuso el círculo como un espacio simbólico de igualdad y conexión: todos unidos de la mano, sin jerarquías, compartiendo un mismo pulso. Su propósito era simple y profundo a la vez: rescatar la sabiduría ancestral de las danzas tradicionales del mundo y utilizarlas como herramienta de encuentro, espiritualidad y transformación personal y colectiva.